miércoles, 9 de septiembre de 2009

Escalera a la Luna




Existió alguna vez un hombre que soñaba con pintar la luna, pero se percató de que estaba demasiado lejos y no podía hacerlo; otras veces se mostraba clara en medio de la noche, pero sucedía que una gran nube la tapaba con su espeso manto gris.

Un día escuchó que se aproximaba un eclipse. No le importó demasiado, pero empezó a preocuparse realmente al instante en que alguien le susurró al oído que duraría tres años.

El pobre pintor se volvió loco, temía no volver a mirar la luna otra vez, sentía miedo de jamás poder observar su brillo por la noche y ver en el cielo tan solo un aro brillante opacando al pequeño astro que se ocultaría tras el sol.

El eclipse llegó finalmente. Todos en el mundo empezaron a perder la cuenta de las horas, de los días, de los meses. Solo tenían noción del pasar del tiempo, sabían perfectamente que de poco a poco envejecían.

En el pueblo solía haber una mujer que cantaba por las noches, y como siempre estaba oscuro, no paraba a ningún momento de dar de alaridos desde su balcón. El pobre pintor se aturdió tanto, que un día decidió cortarse la oreja para no escucharla nunca más.

La luna ya no regalaba su brillo a todos quienes solían admirarla, se había convertido en una esfera negra para que la contemplen en la lejanía.

Hubo una noche en la que el pintor tuvo que ir a rescatar a su gato que pedía ayuda desde el techo de casa, cuando él estuvo arriba, miró al cielo y le pareció sentirse mas cerca del astro que ya había olvidado como lucía, en ese momento sintió como si una luna se hubiese iluminado en su cabeza: trabajó sin parar, no descansaba ni un solo segundo, solo se detenía para ir al baño, pero dejó de comer también y entonces ir al baño ya no era necesario.

Al fin y al cabo, terminó por construir la escalera más grande del universo. ¡Era un plan brillante!. ¡Subiría a la luna y no regresaría nunca más!. Solo se llevaría consigo un lienzo blanco y su pincel.

Demoró treinta días en subir, no fue tan difícil, solo debió convencerse de que un escalón mas no le haría daño.

Cuando llegó finalmente no se encontró con una superficie de tierra o de arena como pensó que sería, se quitó las botas y sintió bajo sus pies el suave césped húmedo; miró más allá y pensó por un momento que aún estaba en la tierra, pero eso no era cierto, él ya había llegado a la luna hace horas y su planeta se mostraba desde allí como un gran globo que flotaba entre la nada.

Todo era tan familiar: las mismas casas, las mismas calles, el mismo pueblo. Todo era igual. Tan similar en la tierra como en la luna. Incluso a lo lejos se escuchaba los gritos de la misma vieja que cantaba por las noches.

¡se molestó tanto!. La luna siempre estuvo frente a él y nunca se dio cuenta. Sabía que ya la pintó hace mucho tiempo en una tarde lejana que había escalado a la cima de una montaña para dibujar las tristes casitas de su pueblo perdido.

Estaba enfadado. Su sueño se había hecho realidad hace mucho y él seguía buscándolo.

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